Los transgénicos

Por Ana Elena Álvarez

Los transgénicos u organismos genéticamente modificados (OGM) son organismos a los cuales, por técnicas de laboratorio conocidas como ingeniería genética, se les introduce un gene de un organismo de otra especie o incluso de otro reino (animal, vegetal, hongos, microorganismos, etc.). Es decir, se trata de una “cruza” sofisticada entre diferentes especies y reinos, en la que se utiliza tecnología avanzada para modificar las características originales del organismo.

Por ejemplo, un maíz con genes de bacteria, un cerdo con genes de humano o una fresa con genes de un pez.

El nombre de “organismos transgénicos” se debe a que los genes introducidos se conocen como transgenes. Ya existen fresas con genes de peces, maíz con genes de bacterias, seres que genéticamente recordarían un “frankenstein”.

Los humanos estamos modificando el curso de la vida y creando seres vivos que nunca hubieran existido de manera natural y que nunca antes habían estado en nuestro planeta.
Si los transgénicos se liberan al ambiente pueden contaminar genéticamente la naturaleza de nuestro planeta, esto es un peligro altísimo de seguridad ambiental del mundo. Igualmente el consumo de transgénicos en alimentos u otros productos representan un riesgo, ya que no se sabe qué pueden producir a nuestra salud.

Es bien conocida la capacidad de algunas proteínas para causar alergias. Todos los genes producen proteínas, por lo que lo que al introducirse un gen en un organismo dará origen a una proteína nueva. Por este hecho, la utilización de los OGM como alimento ha despertado la preocupación de especialistas por la posibilidad de que las nuevas moléculas generen algún tipo de alergia en los consumidores, dado que hasta ahora no han formado parte de la dieta humana. Algunos cultivos transgénicos también tienen genes para resistir a los antibióticos. En este caso la preocupación es que se generen cepas bacterianas resistentes a los antibióticos. ¿Pero, cuáles bacterias se pueden hacer resistentes? En la boca y en el estómago de las personas y de los animales habitan bacterias, algunas son benéficas y algunas, patógenas, esto es, que producen enfermedades gastrointestinales diversas. Todas estas bacterias pueden hacerse resistentes. Si las bacterias patógenas se hacen resistentes, no podrán utilizarse más dichos antibióticos, lo que generaría graves problemas de salud pública.

Éstas son sólo dos de las dudas que se tienen acerca de los posibles efectos que tendrá la inclusión de alimentos transgénicos en la dieta humana y animal.

La industria dice que hasta ahora no hay evidencias de daño, pero estos alimentos tienen sólo cuatro años de comercializarse en Estado Unidos. En México, a fines de 1997 se empieza a importar soya, canola, jitomate y algodón transgénicos. Es probable que las importaciones de maíz transgénico iniciaran en 1998.

El daño no necesariamente es inmediato, es posible que se presente en algunos años. Por ello, se insiste en que es necesario hacer estudios toxicológicos de mediano y largo plazos, para conocer los efectos sobre la salud que tiene el consumo prolongado de alimentos transgénicos, ya que hasta ahora no se han hecho los estudios suficientes. Se considera riesgoso el consumo de OGM, dado que hasta ahora no hay bases científicas para decir que es seguro o es dañino para la salud de las y los consumidores.

Hay una gran mentira de quienes promueven los transgénicos. Dicen las empresas que los producen y comercializan, que son el hallazgo tecnológico que acabará con el hambre y la pobreza mundial, y nos permitirán ser y vivir en un mundo mejor.

Una promesa con fines comerciales similares impulsó y abusó de los fertilizantes y plaguicidas químicos que a la fecha se encuentran contaminando todos o casi todos los organismos vivos, la tierra, el agua y el aire, generando daños incuantificables en los ecosistemas y los seres humanos. Y no resolvieron el hambre, como tampoco lo harán los transgénicos.

No es posible diferenciar a simple vista los alimentos transgénicos de los convencionales. Se requieren análisis de laboratorio para identificarlos o que el agricultor o el fabricante lo indiquen en la etiqueta del empaque de los productos. Si no es así, no hay forma de distinguirlos.

Es muy importante que las empresas etiqueten sus productos para que los identifiques y ejerzas tus derechos a la información y a elegir si quieres o no comer alimentos transgénicos. Es responsabilidad de las empresas informarte sobre el contenido de OGM de sus productos, si no lo hacen así, exígeles que lo hagan.

Todas las empresas que utilizan OGM para elaborar sus productos, se promueven a sí mismas como seguras y dignas de confianza. Al producir alimentos transgénicos, no sólo están pasando por alto tu derecho a la información y a elegir, también están abusando de la confianza que has depositado en ellas.

Por desgracia, en México existe una ley que habla del etiquetado de productos biotecnológicos (entre ellos los OGM), pero las autoridades no obligan a las empresas a hacerlo. En los países de la Unión Europea o en Brasil, por ejemplo, sí lo hacen. En Japón, Australia y China muy pronto habrá etiquetado.